Fue hace unos días atrás que, mientras tendía la cama, la sota de copas apareció entre libros que estoy leyendo. Me sonreí, sin lugar a dudas hay mucho proyecto en potencia que aún no toma forma; cada uno de los últimos viajes que me ha dejado esta sensación de todo lo que hay por hacer y sin embargo no logra salir del estado de deseo.
Un carta amarilla danzando detrás de sus máscaras sobre el camino incandescente del escorpión.
Era domingo y salimos a dar una vuelta que terminó en el Festival Internacional de Música del Dorrego. Irupé cantó en un patiecito que daba a una calle lateral y las señoras que hacían los mandados se paraban hipnotizadas a escuchar.
Burlonamente la sota de copas me guiñó un ojo desde el cordón de la vereda. Sólo pude guardarla en la cartera y volver a sonreír.
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