Me hundo en cenizas
Vivo en la casa calcinada
Estanterías de libros quemados
Todo hollín
Todo parece que es pero se reduce a cenizas
Intento vivir en una casa consumida por el fuego
Quiero salvar lo insalvable
Padre Nuestro que estás en los cielos y aquí abajo también te pido por Clotilde que si sigue así jamás va a encontrar un marido que le dure y por mi amiga Martita que cayó en desgracia por prestarle plata a ese jornalero que así como vino se fue y aquí estamos cincuenta años y el pescado sin vender.
Diosito santo también te pido por la Etelvina que ayer la encontré en la feria con tapado nuevo y un collar de perlas que parecía de la tienda de Lozano y seguro que lo consiguió a cambio de favores porque el viejo le tiene ganas desde hace rato. Y por Berta, mi hermana, que está loca de remate y jura que habla con la Virgen , eso seguro es pecado mortal porque la gente dicen que cura con agua y eso es más bien cosa del que no se nombra porque quienes somos nosotros para rechazar los dolores que nos envías si sólo así podremos librarnos del pecado original. Ella no es mala señor, y bastante tiene con su hija tontita, y ese rancho en el que vive y deja vivir a tanta haragana que tan lejos está de la virtud.
Por nuestro padre Antonio que en paz descanse, por las almas del purgatorio, por la chismosa del tercero que según dicen por espiar detrás de la mirilla se torció la pierna y porque pueda irme de una buena vez de este maldito pueblo.
Amén.
El olor a leche hervida humeando en la cocina, la vieja aún no abría la persiana para recibir al sol.
Desde la cinco la hija había sentido los murmullos del gentío y el rechinar de los fierros del portón si alguno se apoyaba más de la cuenta. Era el día de la Virgen y en el campito frente a la casa rezaban un rosario.
Los teros vigilaban con una pata en el aire. El perro no.
Envuelta en el poncho de su madre, Consolación repartió estampitas y alguna vara de incienso a los presentes. Vuelvan más tarde dijo a dos o tres que venían con niños.