domingo, febrero 28, 2010
sábado, febrero 27, 2010
detectives
viernes, febrero 26, 2010
La mitología de la falta (Michel Onfray)
Veinte siglos de judeocristianismo -al por mayor- dejan huellas en el formateado del cuerpo occidental. El reciclaje de la tradición pitagórica, pero sobre todo platónica, lega a la Europa cristiana un cuerpo esquizofrénico, que se odia a sí mismo y reinvindica para sí la ficción de una supuesta alma inmaterial e inmortal, y termina por gozar de la pulsión de muerte cultivada ad nauseam por la ideología dominante.
Si, a la manera de la novela El sofá de Crébillon, pudiese hablar el diván de los analistas o el sillón del consultorio del sexólogo, oiríamos con toda probabilidad cosas deprimentes sobre el uso sexuado de la carne, las vueltas y los rodeos de la libido, y lo que globalmente llamaré miseria sexual para evitar lo que, de la zoofilia a la necrofilia, pasando por la pedofilia, muestra la nefasta inclinación del homo sapiens a gozar de objetos pasivos, sometidos por su violencia. La famosa pareja heterosexual, para abreviar, sufre igualmente la presencia de la brutalidad salvaje.
El erotismo actúa como antídoto de la naturaleza definida por su naturaleza bestial: cuando el sexo habla por sí solo expresa las pulsiones más brutales del cerebro reptílico; cuando se manifiesta en el artificio, recoge lo mejor de la civilización que lo produce. Si buscamos similitudes entre la erótica judeocristiana y la erótica china, india, japonesa, nepalesa, persa, griega o romana, no encontraremos ninguna. Mas bien lo contrario de una erótica: odio al cuerpo, a la carne, al deseo, al placer de las mujeres y al goce. No hay ningún arte de goce católico, sino un dispositivo omnisciente castrador y destructor de toda veleidad hedonista.
Uno de los pilares de esta máquina de producir eunucos, vírgenes, santos, madres y esposas en grandes cantidades se erige a costa de lo femenino en la mujer. Ella es la primera víctima del antierotismo, culpable de todo en ese campo. Para fundar la lógica de lo peor del sexo, Occidente inventa el mito del deseo como falta. Desde el discurso sobre el andrógino que pronuncia Aristófanes en el Banquete de Platón hasta los Escritos de Jacques Lacan, pasando por el corpus paulino, la ficción dura y perdura.
¿Qué dice? En pocas palabras: los hombres y las mujeres provienen de una unidad primitiva destruida por los dioses debido a su insolencia de gozar su totalidad perfecta; somos fragmentos, pedazos e incompletud; el deseo nombra la búsqueda de esa forma primitiva; el placer define la creencia de la realización fantasmagórica de ese animal esférico, puesto que es perfecto. El deseo como falta y el placer como satisfacción de esa falta se encuentran en el origen del malestar y la miseria sexual.
En efecto, esa ficción peligrosa conduce a buscar lo inexistente y por lo tanto a encontrar la frustración. La búsqueda del Príncipe azul –o la de su fórmula femenina- produce decepciones: lo real nunca soporta las comparaciones con el ideal.La voluntad de completud genera el dolor de la incompletud, salvo que se pongan en marcha mecanismos de defensa, como la negación, que impiden la manifestación de lo evidente en la conciencia. La decepción termina siempre por salir a la luz cuando comparamos lo real con lo imaginario que vehiculiza la moral dominante, con la ayuda de la ideología, la política y la religión, que actúan conjuntamente para reproducir y conservar la mitología primitiva.
Ahora bien, el deseo no es falta, sino exceso que amenaza con desbordarse; el placer no define la completud supuestamente realizada, sino el desborde por el desahogo. No hay metafísica de animales primitivos y andróginos, sino una física de la materia y una mecánica de los fluidos. Eros no desciende del cielo de las ideas platónicas, sino de las partículas del filósofo materialista. De ahí surge la necesidad de una erótica poscristiana, solar y atómica.
Si, a la manera de la novela El sofá de Crébillon, pudiese hablar el diván de los analistas o el sillón del consultorio del sexólogo, oiríamos con toda probabilidad cosas deprimentes sobre el uso sexuado de la carne, las vueltas y los rodeos de la libido, y lo que globalmente llamaré miseria sexual para evitar lo que, de la zoofilia a la necrofilia, pasando por la pedofilia, muestra la nefasta inclinación del homo sapiens a gozar de objetos pasivos, sometidos por su violencia. La famosa pareja heterosexual, para abreviar, sufre igualmente la presencia de la brutalidad salvaje.
El erotismo actúa como antídoto de la naturaleza definida por su naturaleza bestial: cuando el sexo habla por sí solo expresa las pulsiones más brutales del cerebro reptílico; cuando se manifiesta en el artificio, recoge lo mejor de la civilización que lo produce. Si buscamos similitudes entre la erótica judeocristiana y la erótica china, india, japonesa, nepalesa, persa, griega o romana, no encontraremos ninguna. Mas bien lo contrario de una erótica: odio al cuerpo, a la carne, al deseo, al placer de las mujeres y al goce. No hay ningún arte de goce católico, sino un dispositivo omnisciente castrador y destructor de toda veleidad hedonista.
Uno de los pilares de esta máquina de producir eunucos, vírgenes, santos, madres y esposas en grandes cantidades se erige a costa de lo femenino en la mujer. Ella es la primera víctima del antierotismo, culpable de todo en ese campo. Para fundar la lógica de lo peor del sexo, Occidente inventa el mito del deseo como falta. Desde el discurso sobre el andrógino que pronuncia Aristófanes en el Banquete de Platón hasta los Escritos de Jacques Lacan, pasando por el corpus paulino, la ficción dura y perdura.
¿Qué dice? En pocas palabras: los hombres y las mujeres provienen de una unidad primitiva destruida por los dioses debido a su insolencia de gozar su totalidad perfecta; somos fragmentos, pedazos e incompletud; el deseo nombra la búsqueda de esa forma primitiva; el placer define la creencia de la realización fantasmagórica de ese animal esférico, puesto que es perfecto. El deseo como falta y el placer como satisfacción de esa falta se encuentran en el origen del malestar y la miseria sexual.
En efecto, esa ficción peligrosa conduce a buscar lo inexistente y por lo tanto a encontrar la frustración. La búsqueda del Príncipe azul –o la de su fórmula femenina- produce decepciones: lo real nunca soporta las comparaciones con el ideal.La voluntad de completud genera el dolor de la incompletud, salvo que se pongan en marcha mecanismos de defensa, como la negación, que impiden la manifestación de lo evidente en la conciencia. La decepción termina siempre por salir a la luz cuando comparamos lo real con lo imaginario que vehiculiza la moral dominante, con la ayuda de la ideología, la política y la religión, que actúan conjuntamente para reproducir y conservar la mitología primitiva.
Ahora bien, el deseo no es falta, sino exceso que amenaza con desbordarse; el placer no define la completud supuestamente realizada, sino el desborde por el desahogo. No hay metafísica de animales primitivos y andróginos, sino una física de la materia y una mecánica de los fluidos. Eros no desciende del cielo de las ideas platónicas, sino de las partículas del filósofo materialista. De ahí surge la necesidad de una erótica poscristiana, solar y atómica.
cuando el amor no entra / gabo ferro
Cuando el amor no entra, no empujes que no va a entrar
Porque cuando el amor no entra, es simple, no puede entrar
No va a entrar con la risa, ni con el llanto ni con la pena
El amor más bien germina si la tierra está serena
Cuando el amor no entra, no empujes que no va a entrar
Porque cuando el amor no entra, es simple, no puede entrar
No va a entrar con una canción, ni con el humo ni con el vino
El amor te toma sobrio y te devuelve aturdido
Porque cuando el amor no entra, no empujes que no va a entrar
Porque cuando el amor no entra, es simple, no puede entrar
No sirve salmo ni rezo ni santo ni procesión
El amor más bien se espanta si hay dogma o hay religión
Porque cuando el amor no entra, no empujes que no va a entrar
Porque cuando el amor no entra, es simple, no puede entrar.
lunes, febrero 22, 2010
arcano I: el mago
domingo, febrero 14, 2010
derechos irrenunciables
jueves, febrero 11, 2010
desde mis cinco años
Acabo de encontrar una postal arrugada con letra de mamá que hoy cumple exactamente 33 años:
11 de febrero de 1977
Viña del Mar, Chile
Querida mamá, Raúl, Susana, Vasquita:
Estamos pasando muy bien las vacaciones, viajamos directo a San Juan, estuvimos en el Zonda y de ahí cruzamos a Chile a La Serena. Estuvimos en Viña del Mar para el festival de la canción, es todo muy bello, unas playas fabulosas. No te alcanza la vista para ver tanta belleza.
Espero que ustedes lo hayan pasado bien en Mar de Ajó y que la Paula se haya animado a ir.
Compramos unas cosas en mimbre que son la locura para la casa nueva. A Rauli le compré un "taparrabos", que así se llaman aquí, uno para cada uno; Tati, Gordo, Kuqui y Raúl, talle 46 y 48, que Raúl elija el que más le guste.
Marisa quiere dormir en su casita de Villa Amelia y piensa en mamá Tita, en Barby, en Natalia y Dieguito. Pablo no piensa más que en pescar y gastar plata.
Les mandamos muchos besos para todos, después les contamos todo con lujo de detalles, ahora nos dirigimos a Temuco.
Besos a todos y para Doña Victoria, muchos saludos a la abuela de al lado, Negrita y familia.
Espero que ustedes lo hayan pasado bien en Mar de Ajó y que la Paula se haya animado a ir.
Compramos unas cosas en mimbre que son la locura para la casa nueva. A Rauli le compré un "taparrabos", que así se llaman aquí, uno para cada uno; Tati, Gordo, Kuqui y Raúl, talle 46 y 48, que Raúl elija el que más le guste.
Marisa quiere dormir en su casita de Villa Amelia y piensa en mamá Tita, en Barby, en Natalia y Dieguito. Pablo no piensa más que en pescar y gastar plata.
Les mandamos muchos besos para todos, después les contamos todo con lujo de detalles, ahora nos dirigimos a Temuco.
Besos a todos y para Doña Victoria, muchos saludos a la abuela de al lado, Negrita y familia.
Raquel
Causalidades...encontrarla hoy, 11 de febrero y recién llegada de Chile.
Días después de esta postal, una indigestión me llevaría a la sala de terapia intensiva del hospital de Palena y a estar tres días incomunicada de mis viejos en una inmensa habitación con camas vacías. Creo que fue la primera vez que pensé en la muerte.
Recordé este episodio al cruzar hacia Chiloé, hace apenas unas semanas.
miércoles, febrero 10, 2010
viernes, febrero 05, 2010
pintura
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