jueves, abril 25, 2013

Criaturas del miedo




Una vaca que era sana agonizó en el establo, todo iría de mal en peor entonces la meningitis se robó a su primogénita ,sobrevino el hambre y la viudez y Paula decidió que la muerte no entraba más a su casa.
Tapió las ventanas, se consiguió a un chico que le cumpliera los recados y se quedó a durar hasta los 95 en la misma cocina, entre figurines, tizas planas y el pedaleo de su singer que se fue espaciando hasta ser inaudible.
Un buen día le floreció el malvón y ella mandó a sacar el espejo de la cocina. Lo puso en un cuartito al fondo de la casa en donde sólo entraban a probarse las clientas.
Ella no se miró más. Por la mañana ponía la pava y mientras el fuego hacía lo suyo buscaba un retazo de género en el cajón de la máquina. De memoria se alisaba el pelo, lo sujetaba con un moño discreto.
Pronto, como sus hijas también envejecían y ya padecían achaques propios de la edad, dejó de conocerlas.
Estaba convencida de que la tía Nancy era una clienta rica de la época en que cosía vestidos de novia y cada vez que la veía le preguntaba por la estancia La Felicidad y qué grandes estarían los potrillos. A mi madre le preguntaba qué desea usted señora, entornando la puerta con la cadena puesta y vuelva más tarde y no tengo dinero para colaborar con la rifa.
Me llegó el olvido un día de verano.
Puso los ojos claritos, me tocó la cabeza y se puso a tejer una muñequita de trapo que bautizamos con el nombre de la difunta.

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en casa de olga (toay)