
un perfume a jazmines que no cesa y ya se vislumbra el camino de piedras rojizas que lleva hacia el convento siempre la misma brisa sobre la cara los pies descalzos llevar tonsura el camino vestido de plátanos el banco de mármol sobre el que gustas sentarte con vista a las huertas el pequeño mirlo que demasiados maitines te ha mirado de lejos y ahora se acerca con creciente confianza a comer de tu mano
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