jueves, junio 05, 2008


desde su cuerpo encendido se veían las trescientas sesenta y cinco iglesias de bahía bajo la luz del sol la aldea de pescadores donde clara deseaba morir la hierba verdinegra de chaitén las altas cumbres el nido del águila real era nave o trópico llameante la curva sombreada de su espalda en alas de un volcán sus dedos tatuaban estrelicias sobre papel de arroz y ella blanca roja dorada mieles o perfumes de amar

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracías por el mar en el que sumergis como presagios palabras de corazón porque un día en un sueño despierta te vi en una violinista con su vestido de harapos que toco su música de fin de lágrimas y vos ayer me dijiste que no era el fin del mundo que vos fuiste acaso la violinista del día que estuve triste sentada harapienta sobre una piedra de azules

te quiero, hermanita!
maría victoria

Dani.. dijo...

Hola:
Muy lindos escritos.
Con tu permiso ire pasando por ellos.
Un saludo.
Dani..

Francisco Méndez S. dijo...

preciosa foto. buen poema

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