
un mínimo candil
puertas adentro
persianas bajas
la casa de nieve
que me viste
en colores sin abrigo
origami de mí
abanico
caparazón
(lejos, alguien olvida el camino de regreso)
El sueño. El calor agobiante del aula. El esquema de la comunicación. Los bancos que no alcanzan. Los varones se ocultan detrás de las gorras. La visera de Rimer es blanca y dice New York.
Les gusta copiar del pizarrón, están adiestrados en eso. El dictado también pero menos. En una escuela sin libros no hay otro modo. Somos maestros de la brevedad; pequeños cuentos que quepan en una carilla o la poesía.
La poesía sirve para conquistar chicas, les digo. Por ese rayo se cuela algo de vida. Y varones agrega Yasmina. Tiene nombre de princesa de las mil y una noches, un mechón negrísimo le cae sobre la frente. El esmalte nacarado de sus uñas, los anillos, el delineado perfecto. Sabe de qué habla.
En el banco de al lado Romina saca la lengua mientras escribe trabajosamente. Resopla. Es gordita y aniñada. Tiene una cartuchera de Winnie de Poo.
también llueve hoy
y es tu cumpleaños
decías
que el agua bendecía
que el amor era vuelo y aire
que viajar era encontrarse
y los caminos infinitos
los trenes pasaban por la puerta
el mate y los perros
el talonario de Negri Automotores
donde me dejabas escribir
el agua de tus ojos
que a veces no decían
sólo miraban la lluvia
silbaban un tango
se perdían en un tren
bajo la lluvia