Empiezo este cuaderno un jueves temprano viajando a Celina y escuchando a Antunes. El mundo está activo, sobrecargado de estímulos, en estado de posibilidad y sin embargo ahonda el ensimismamiento. Una soledad no lacerada sino amigable. Todo está por acontecer.
Volví a escribir sobre los arcanos en una inesperada conexión con el tarot marsellés. La antología en su etapa final y haber retomado las flores me aportan cierto equilibrio. Cerrar ese libro es volver también a la propia escritura en metamorfosis. As veces acredito em mim canta Arnaldo.
Una señora con exceso de perfume le reza a una estampita de San Expedito sentada a mi derecha. El chofer bosteza. Amanece en la avenida y empalidecen las luces rojas de los automóviles.
Ayer vi el documental de Lorena García sobre la coplera Julia Vilte. El paisaje nos forma. Establece nuestra respiración. No deseo morir en la ciudad. Si cierro los ojos el bosque o el campo aparecen como destino posible.
Vamos contra el tráfico. Filas de camiones detenidos. Los mínimos universos de las cabinas; el mate, alguna calcomanía, un banderín de boca juniors.
19 de marzo. Debe ser feriado en Zárate y todos dormirán hasta más tarde. Pronto se llenarán los cafés de la calle Justa Lima, el pueblo dará a la tardecita otra vuelta del perro.
No queda gran cosa de mi vida allá. Ese silencio de diez años. La hebra infinita. Enhebrar collares, permanecer a la sombra, llorar escuchando a Liliana Vitale.
Y después las mudanzas, la asunción de la libertad, los nacimientos.
Alguien corre entre paredes con graffitis para alcanzar el colectivo. El paisaje se vuelve incomprensible. Las ruinas de un hospital que no fue, las rejas, el cottolengo San Benito y otra pared larguísima con propaganda política.
Las vías. El empedrado. Fábricas obsoletas vaciadas en los noventa.
Una escuela en el límite con la provincia donde todo se agrisa.
Ahora voy a caminar las seis cuadras que separan un mundo de otro.
El primer sentido que detecta el cambio es el olfato. Cinco o seis perros flacos de ojos enormes y tristes hurgan la basura.
Los aguayos colorean las veredas.
Volví a escribir sobre los arcanos en una inesperada conexión con el tarot marsellés. La antología en su etapa final y haber retomado las flores me aportan cierto equilibrio. Cerrar ese libro es volver también a la propia escritura en metamorfosis. As veces acredito em mim canta Arnaldo.
Una señora con exceso de perfume le reza a una estampita de San Expedito sentada a mi derecha. El chofer bosteza. Amanece en la avenida y empalidecen las luces rojas de los automóviles.
Ayer vi el documental de Lorena García sobre la coplera Julia Vilte. El paisaje nos forma. Establece nuestra respiración. No deseo morir en la ciudad. Si cierro los ojos el bosque o el campo aparecen como destino posible.
Vamos contra el tráfico. Filas de camiones detenidos. Los mínimos universos de las cabinas; el mate, alguna calcomanía, un banderín de boca juniors.
19 de marzo. Debe ser feriado en Zárate y todos dormirán hasta más tarde. Pronto se llenarán los cafés de la calle Justa Lima, el pueblo dará a la tardecita otra vuelta del perro.
No queda gran cosa de mi vida allá. Ese silencio de diez años. La hebra infinita. Enhebrar collares, permanecer a la sombra, llorar escuchando a Liliana Vitale.
Y después las mudanzas, la asunción de la libertad, los nacimientos.
Alguien corre entre paredes con graffitis para alcanzar el colectivo. El paisaje se vuelve incomprensible. Las ruinas de un hospital que no fue, las rejas, el cottolengo San Benito y otra pared larguísima con propaganda política.
Las vías. El empedrado. Fábricas obsoletas vaciadas en los noventa.
Una escuela en el límite con la provincia donde todo se agrisa.
Ahora voy a caminar las seis cuadras que separan un mundo de otro.
El primer sentido que detecta el cambio es el olfato. Cinco o seis perros flacos de ojos enormes y tristes hurgan la basura.
Los aguayos colorean las veredas.
1 comentario:
te acompañé esta mañana...
Publicar un comentario