Ayer en la lancha de la tarde llegó un amigo de mi padre con su familia. Suponiendo el lugar abandonado llegó a instalarse allí como tantas veces y el muelle y mi presencia lo dejaron mal parado.
Apenas lo conozco pues ya vivía en Zárate cuando él venía a Nautilus con Negri. Al principio fue una situación tensa; ellos bajando en el muelle, Fede y Don Carlos desmalezando para plantar las bases de la casa y yo ahí, la Aparecida.
Los invité a quedarse pero no me dieron muchas ganas de compartir mi casa con extraños. Armé la carpa donde siempre y ellos se quedaron del lado de la casa vieja.
En una familia que siempre ha sido caótica cuesta ejercitar los límites. Lo de ayer; firmeza y hospitalidad.
Luego me sentí mal y me costó dormir. Como siempre los vecinos extendieron su abrazo. Los inicios de largas amistades. También mis amigas me tranquilizaron por teléfono.
Dos cartas de tarot acudieron con claridad al encuentro: el Emperador y la Justicia.
Esta es mi herencia. Mi lugar en el mundo. Vine a poner orden, límite, estructura. Vine a equilibrar la balanza.
Vine para quedarme.
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