¿Así sería mi viejo ahora? ¿Usaría una camisa de colores fuertes y hablaría a los gritos? Tal vez sí.
Sé que pasaríamos horas en silencio mirando el agua y que seguiría contando los mismos chistes, las mismas grandes historias que adquirirían proporciones fantásticas con los años.
Hoy compramos las maderas para el muelle, el primer paso. Cruzar a Alberto, a Claudia y a Moro, esta vez en el Río Capitán sólo puede ser un guiño de los dioses.
Construir un muelle es tender un puente, mirar la casa, las hortensias, los años de silencio.
Aquí estoy viejo, vengo a terminar lo que soñabas, a vivir en tu orilla.
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