
(un destello de escamas reverberó río abajo)
un espejo y el rostro velado por abalorios sobre la frente una estrella de mar la boca gruesa salada una corteza de abedul y el jardín en donde me detuve a cortar una azucena frente a la casa en ruinas
después la tormenta
nubes que tomaban el color de la ciudad una descarga eléctrica liberando el paisaje la conmoción de la lluvia por fin
algunas gotas son perlas otras semillas de açaí si me tocan el cuerpo se diluyen en un jugo almibarado unas echan raíces crecen vertiginosamente mientras las que brillan trepan las paredes de la casa
hacen de la muerte un esplendor
crecería ahora una hierba fosforescente simientes luminosas gotas del sol dentro de la tierra botones pálidos el rubí de una amapola voy a nacer calandria la próxima mañana que me beses los ojos un ala de ceniza un ala sobre el río voy a nacer de gemido blanco de crin espesa dibujaré mi vuelo sobre el agua
(el jardín respiró la intimidad del rocío)
La sudestada se levantó a la hora de encender los candiles corrieron las mujeres a levantar el tendal de las sogas dejaban su huella presurosa entre la estampida de los gallos y la tierra seca en remolino polvo y sed el aletear de las ventanas aún sin tranca el crujido de los goznes batiéndose sobre la hilera de catres sombra y sed el niño que vuela de fiebre
Cruzó un relámpago la abuela hizo una cruz de sal bajo el alero de la casa dio una vuelta se persignó tres veces puso al rescoldo un cocimiento oscuro de hojas y semillas de aguaribay luego afiló el cuchillo
Tres gotas como tres tajos sobre los comederos una mano alzada sobre el cielo encapotado y la luna amarilla abriendo entre los nubarrones
(un aullido lejano hizo santigüar a los peones de la estancia)
Era y no era de noche un paso angosto de piedra caliza la condujo hacia una estancia iluminada por velones y después a un jardín vidriado de extraño diseño vegetal olía a madreselva y a sangre de animal recién sacrificado y eso la despertó
Las sombras destilaban sus jugos y rumores entre las camelias sanadora roja sin aliento se sentó la esfinge representaba un buey o un león pero su tacto era suave y afelpado casi la piel de un niño estaba tibio como si encerrara en su seno la llama viva de un volcán ella se levantó los vestidos montó a la bestia inmóvil un gemido musical reverberó en los cristales el olor a sangre a vino a hoja dulce se hizo insoportable la muchacha derramó sus licores sus pétalos rosados y el animal volvió a la piedra satisfecho
(calle abajo repicaron tres veces las campanas de la catedral)
“dicen que todos los días se abrigarán con el manto de este momento
dicen saber la medida para entregar y recibir calor o fuego”
flopa
antes lo anunciaron las cartas y ella entró en la calma previa a los vendavales una vigilia secreta aleteos perfumes de agapanto en la ventana una brisa que rozara las campanas agitara las hojas trajera el cortejo de los benteveos la memoria del fuego el viento enardeció las costas puso en peligro las chalanas que regresaban del mar luego fue todo silencio y ella entró en su cuerpo como en un aposento conocido y extraño habitado por filamentos de luz
(un finísimo polvo de oro sobre el aserrín de la pista)
Se mira los pies hace un movimiento imperceptible al compás de la orquesta el almidón del vestido la palidez de las cintas de raso sobre el canesú la mirada atenta de las tías a la sombra del algarrobo el patio de tierra adornado con papeles de colores los sulkys frente al despacho de bebidas banderines ondulando en el viento y la tarde que no termina de caer ellos hablan fuerte disimulan la tos de los primeros cigarros sonríen como pavos reales despliegan las volutas de humo sobre la pista y ella sabe
que tendrá que elegir sólo uno pasear la vista arrobadora por su estampa para que él se acerque y con un suave movimiento de cabeza la libere de la inmovilidad así funcionan las cosas le ha dicho su prima mayor
ahora giran bajo las farolas las primeras parejas siente el fastidio de las hebillas que tensan el peinado cierra los ojos apoya la cabeza en la pared va siguiendo los hilos dorados de la música el piano los violines cada pieza cambia de lugar su corazón todo lo tiñe de un azul intenso la música oleaje la música danza de hojas perfumes madreselvas la música ya no podrá mirar como conviene insinuarse detrás del abanico la música agua adentro piel adentro la música viva tras los párpados
(y el cantor también cierra los ojos en el azul del último tango)
Vuelve en bicicleta de la barrera ya encendida su pipa pliega las señales junto a la salamandra quieta felisa ha dejado el diario y el vaso tinto en la mesita bajo el andén naranjea la tarde se va aplacando el mosquerío el tiempo se mide en vagones volutas de carbón alejándose hacia la capital un tren dos cambios de vía y habrá terminado el jornal los ojos se pierden en los rieles que espejean al sol andrés vuelve entre las vides la suave llovizna el amable sosiego que rodea al po la mamma robusta vocinglera los hermanos menores la siesta la caña de pescar si me viera la mamma la voz alta el paso firme los botones de la chaqueta cavalieri cavalieri diría en su canción madonna santa gritaría por las calles llamando a las vecinas una gran mesa tendida una hogaza de pan
(gusta un amargo susurra la compañera y le besa los ojos con su pañuelo bordado)
con la mantilla de la abuela improvisaba el altar unos collares de cuentas rojas los frutitos de un arbusto que lindaba la huerta ni hojas ni plumas podían arrancarse en ocasiones robaba una copa de la cristalera machacaba tallos de remolacha o abigarradas moras del jardín una hilera de muñecas fingía adoración ella cantaba bajito les untaba la frente con aceite cocinero
(una medallita de plata encendida bajo su corazón)
ves la lluvia tras el alto ventanal del claustro exuberancia vegetal los chivatos centellean en la avenida que da al río los trajes las carrozas las muchachas fragantes como frutas desconocidas recién abiertas de un tajo jugo prohibido inflamado deseo pésame dios mío ella vendrá a rezarle a la virgen de itatí para que no les arruine la fiesta me arrepiento de todo corazón las largas piernas estirando su sombra en los dameros pésame dios mío el pelo suelto su sonrisa tan parecida a dios
Uvas o perlas azules volcadas sobre una silueta de papel el invierno transforma en pan las cerezas corre la noche como un vino triste y dulzón el río es un pañuelo blando poblado de ausencias esto acontece en el puerto de una ciudad sin mar una margarita blanca en un vaso sobre la mesa
(niñoalmendra florece del lado del estío)
Quería ver la sombra de las araucarias contonearse sobre el prado y a las muchachas de ojos coralinos entretejer guirnaldas y flores de papel sobre las ramas aún no la dejan salir desde la ventana los manteles lavándose son peces de algodón y el río se ufana de su espuma de jabón de su alcurnia de mar
(la niña enciende una vela a la sanadora verde)
La fiebre la sensación de vértigo la cama se balancea sobre tentáculos rojos es el mar verdeazulado llamando desde sus mieles oscuras en el fondo del vaso niñoalmendra giraba tornasolado la risa la sed amarga y una batalla de consonantes dentro de la boca
(me navega el mar dice y sanadora celeste lo acuna en sus brazos)
Texto inspirado en "Encanto sagrado" de la artista plástica Maga de Koenigsberg
Una leve variación en la consistencia del suelo y enseguida un capullo azul le encendió la brisa crepuscular volaban panaderos de espora en espora la tierra era roja y arenosa por aquí y por allá zarcillos como bracitos que pedían ser alzados niñoalmendra silbó
(la maga envío dos aves emisarias a su jardín)
Texto inspirado en "Frutos exquisitos" de la artista plástica Maga de Koenigsberg
Todo está escrito en un brazalete de hueso blanco el reino de las trepadoras los troncos cavernosos la flor del aire minúsculos botones como pepitas de oro bajo las cortezas sanadora roja echa un resto de polvo en el caldero canturrea la epopeya de las comidas a la manera del pablo colosal de una botellita oscura brinda a su salud
(niñoalmendra alucinado con la danza del fuego)
Confabulación de almendras luna roja sobre el patio naciste ojos de mirar lejos hondo en el fulgor el mundo una naranja abierta pez del aire la pena amparada por el ficus milenario sanadora blanca hilaba estirpes de príncipe en tu almohada peinaba tus alas en la noche
(niñoalmendra berreó y repicaron las once campanas de El Fadrí)
Corre con el río el cuerpecito aún tibio de la niña gitana no hubo tiempo de lágrimas desatada la cacería las ramas abrían ardores en la carne dormida allí la madre rota hizo de su corazón un cardo guardó bajo su falda el filo del puñal sanadora negra es negra noche negro miedo piedra callada del pozo luna negra el dolor es un huésped que trastoca la casa el dolor trae su semilla negra
(la madre y niñoalmendra habitan la claridad del día)
A la mar fue por naranjas el niñoalmendra respiró el aire nuevo y viejo del pueblo saludó a la viejecita que canturreaba una copla trenzando su encaje a bolillos la sanadora canela lo sorprendió en una encrucijada del bosque olía a lavanda a espuma salada y algas oyes dijo el viento trae noticias de más allá del océano
(el mar es aire sin sed un pez que aún no sabe de sus alas)
Iba por el sendero de las hojas muertas un viento frío desalentaba la marcha y aún así soñaba niñoalmendra conocer la cueva del centauro la última vez pudo oír un repiqueteo de cascos hacia el este como buscando el sol toda clase de historias contaban en el poblado fantásticas y crueles componían la silueta de quien soñó ser caballo para poder ser libre y se olvidó de su voz
(sanadora violeta susurró la canción de su nombre sobre la ceniza)
silencio anudado entre peces y pájaros sanadora violeta espera la palabra de la lluvia lanza sus hilos de colores sobre un polen que nadie o casi nadie ve pues el niñoalmendra entrecierra sus ojos frente al mar escamas rojas y azules toman forma entre nubes y el ardor de ese sol
(el mar es aire sin sed piensa el niñoalmendra y sueña con volar)
la imagen pertenece al primico jóse
Amasar es violentar la esencia de los elementos el líquido toma cuerpo lo frío toma temperatura una trenza de harina amarillea crujiente huele a pan a cuaresma a guitarras bajo la glicina niñoalmendra se esconde debajo de la mesa entre tacones de punta gastada aromas de la sombra así en la tierra como en el paraíso
(sanadora rosa sacude al viento las migas de su delantal)
Laberinto en el revés de una cueva nacarada el pasado es una espina de hielo la umbrosa memoria del olmo partido por el rayo sanadora azul mece su canasta de junco sobre el agua una perla y un anillo de plata viajan a su destino de barro el niñoalmendra danza tocando un cuerno azabache y el tiempo no es el tiempo
(en la humedad del patio se posa una calandria)
al primico jóse
La quietud de una máscara de tigre ante el vértigo del mundo sanadora naranja sabe que mirarse los pies es echar raíces que la tierra es un círculo fértil con fuego dentro y canta para el niñoalmendra mientras gira en su ronda lleva en su espalda el signo de la luna ramito de albahaca que arderá nos vemos en el universo
(un leño entrega su perfume de llama viva)
la imagen pertenece a la artista Anabel Vanoni
para anabel vanoni
Un huevo moteado del tamaño de un animal pequeño asomó entre las sábanas la luz líquida y ámbar desahuciaba las lámparas cuando sanadora verde pintó un signo entre los muslos una pasta untuosa verdeplateada con aroma a canela luego leyó sobre el cascarón como si les leyera las manos talló un talismán en la piedra y no dijo más
(un plumón apenas nacido se posó delicadamente sobre la almohada)
la imagen pertenece a la artista Anabel Vanoni